lunes, mayo 01, 2006

La camara

Con un estremecedor grito de colera y frustracion aquel ser se desvanecio en una terrible llamarada. Exhausto, Artemidoro cayo al suelo de rodillas. Antes de que Picentio pudiera reaccionar los pretorianos ya estaban junto a él, ayudandole a incorporarse.
-"Eso estuvo cerca", fue lo primero vez, "suerte que rabbi Ben Ami de Antioquio me enseño este contraconjuro, sino el efreet habria acabado con todos nosotros"
Respiro un par de veces ruidosamente y se volvio hacia Picentio.
-"Lamento la muerte de tus hombres, optio, creia que el ritual de proteccion nos protejeria a todos, pero la criatura era demasiada fuerte y tus dos hombres estaban demasiado cerca"
-"Podias haberles advertido, hechicero". Los pretorianos miraron amenazadoramente a Picentio, sin duda alertados por la dureza que con que habia pronunciado estas ultimas palabras.
-"Podria, pero no lo hice, tu tambien habras puesto a hombres en situaciones peligrosas, y tampoco les abras contato todos tus temores, solo lo que juzgaste que debian saber."
Malditos griegos, siempre tan habiles con las palabras, refunfuño Picentio, mientras vencia su temor y se acercaba junto al mago y sus guardaspaldas a mirar por el hueco que habia dejado la baldosa.
Una escalera empezaba a la altura de la colina, fabricada con lajas de pizarra de la propia montaña, encajadadas con sublime precision. El pretoriano Marco desenvaino su gladius y empezo el descenso, seguido por Artemidoro. Cuando este piso el primer escalon indico a Picenio que les siguiera con un par de hombres.
Segun iban bajando por el tramo de escaleras, a la luz de una tea de pino que Marco llevaba en la mano derecha, la mente de Picentio se llenaba de visiones fabulosas de un vasto recinto subterraneo lleno de corredores, trampas y tesoros. Las paredes rectas como una via romana daban pabulo a sus elucubraciones sobre la camara del tesoro de algun fabulosamente rico monarca oriental.
Pero sus fantasias acabaron tan subitamente como el descenso, cuando su pie, al buscar un escalon que ya no estaba alli, le hizo trasbrillar. Apenas una veintena de escalones y ya habian llegado abajo. Y la habitacion a la que habian ido a parar era igualmente decepcionante, una habitacion de cinco por diez metros, con un poyo de piedra en el centro para hacer de mesa y las paredes cubiertas por dos hileras de hornacinas, en las cuales habia colocados vasijas de ceramica cubiertas de extraños glifos y de colores primarios: azules, negros, rojos, verdes, amarillos y marrones.
"Pues no estoy nada impresionado por tu tesoro, Artemidoro. No son nada mas que un monton de jarrones polvorientos, ¿o estan llenos de joyas", dijo mientras se acercaba a uno de ellos con intencion de abrirlo.
"Yo no lo haria, Cneo Rutilio, si no quieres enfrentarte a otra de esas criaturas. Cada uno de estos jarrones contiene una criatura como la que acabas de ver. Aqui estan algunos de los miles de djins y efreets capturados por Salomon."
- "¿Y como acabaron aqui?".
- "Los asirios se los llevaron de Samaria, junto con los notables de Israel. Durante el traslado algun oficial o soldado codicioso abrio uno de los jarrones, y ya te puedes imaginar el resto. Los sacerdotes aprovecharon la confusion para huir con algunas de las vasijas. Hicieron que uno de los djins excavara este lugar. "
-"Y guardaron el secreto, supongo"
-"El secreto del lugar, pero no de lo que habia pasado, me ha llevado años juntar las piezas, pero finalmente he triunfado, la sabiduria de Salomon estara al servicio de Roma."

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