Cuando los alemanes fueron a las urnas el 6 de noviembre de 1932, dieron un serio varapalo al partido nazi, haciendole perder dos millones de votos. No podian imaginar que las maniobras de salon subvertirian su voluntad y harian que un partido que se dirigia hacia su disolución, se hicera con el poder en dos meses, con los resultados finales que todos conocemos.
Por eso esta entrada no esta dirigida a los señores Zapatero y Rajoy, sino a esos aproximadamente 300 automatas, esos fieles soldados de su partido, elegidos en listas cerradas y blindadas, protegidas de todo salvo de la estupidez y la cobardia, que van a votar la reforma de la constitucion sin tituberar. A lo sumo derramando algunas lagrimas de cocodrilo.
Los mismos que luego lloriquearan en las entrevistas de periodistas afines; diciendo lo injusta que es la gente cuando dicen que todos son iguales, y hablaran de sus ideales y convicciones. Ideales, que, una vez mas, son apartados sin contemplaciones, ante la discplina de voto mantenida a rajatabla. Convicciones que no resisten una reunion a puerta cerrada con el jefe de Grupo parlamentario.
Porque si una reforma de la Ley fundamental, llevada adelante en estas circustancias, no merece romper la disciplina de partido, no vale sacrificarse por unos ideales, queda bien claro que quizas no sean todos iguales, pero a la hora de la verdad no importa, por que todos se comportan como la misma escoria abyecta y servil.
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